North Fork Flathead River | WikiMedia Commons

Profetas, gigantes y ríos

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North Fork Flathead River | WikiMedia Commons

Aunque no sea una obviedad para la mayoría de nosotros, existe el argumento sobre como “la naturaleza” es una construcción social. Lo que se entiende por “natural”, según se dice, es un aprecio vinculado a la tradición de quien observa los bosques, los ríos y las montañas, las lagunas y los desiertos. Es así como la conciencia humana, y la no-humana ya que estamos en estos asuntos, desempeña un papel más primordial: no existirían estos bosques, ríos y montañas, estas lagunas y aquellos desiertos, sin un observador que pueda apreciar, oler, medir y catalogar lo que se observa. De igual forma, el bagaje cultural y estético de quien observa influye en lo que se concluye: Un chamán en las profundidades del Outback o del Amazonas tiene una opinión muy diferente a la de un ecologista sueco sobre la flora y fauna de tal o cual región, y la una no tiene por qué ser más o menos valida que la otra. Se trata tan solo de un lente distinto con el que se observa un fenómeno determinado. Lo interesante, o caótico según se vea, es que seguir por estas líneas puede desembocar en una maraña de posturas y filosofías que, si nos descuidamos, puede terminar por llevarnos al solipsismo más rancio. De lo único que podemos estar seguro, además de nuestra muerte, que le realidad es mucho más compleja de lo que podemos imaginar, ya no digamos comprender.

Incluso entre occidentales existen maneras diferentes de apreciar lo natural, pues no somos monolitos. Un ejemplo que viene al caso es la experiencia de Peter Matthiessen y George Schaller, durante los 70s del siglo pasado, cuando se lanzaron juntos a la búsqueda del fantástico leopardo de las nieves, una expedición que los llevó al corazón de los Himalayas y resultó en vivencias opuestas. La de Matthiesen, así descrita en su ensayo El leopardo de las nieves, llena de misticismo y reflexiones sobre estados alternos de consciencia, mientras que la de Schaller, según el mismo libro, sobria y carente de ensoñaciones de cualquier tipo, propia de un biólogo bien formado en el estudio científico del mundo.

Estas facetas asombrosas y ordinarias se encuentran en El río (Volcano, 2019), de Rick Bass, una colección de tres relatos dónde lo mágico se mezcla y confunde con lo cotidiano, de manera que lo que parecería fuera de lo común se encuentra a gusto en la casa de la normalidad. Una de las primeras publicaciones de Bass, de eso ya más de veinte años, es una muestra de su estilo directo, libre de tramas rebuscadas o complicaciones verbales, pero no por eso carente del ornamento exacto en el lugar donde debe estar.

Cuidado hay que tener al hablar de la presencia de lo extraordinario en estos relatos de Bass. Aquí no hay espíritus de los bosques o fuerzas primigenias a la manera como se encuentran en la ficción de esos otros grandes exploradores de lo silvestre, Algernon Blackwood y Arthur Machen. Más bien, esas sensaciones de irrealidad se encarnan en situaciones y personajes que podrían llegar a ocurrir, pero eso muy poco probable que lo hagan; predicadores que se obsesionan por cultivar la tierra, gigantes que arrastran barcas cargadas de estatuas; fuerzas naturales que en lugar de vestirse como huracanes o remolinos han tomado la forma de hombres. Un poco como el Juez Holden en Meridiano de sangre, de McCarthy, o incluso el Capitán Ahab de Melvine. Y es la aparición de estos personajes, en apariencia de carne y hueso, lo que pinta estas historias con un matiz que aproxima la lectura a un estado parecido al de los sueños. Todo ocurre en un tiempo a la vez familiar e indeterminado, uno en el que el fluir de los días parece haberse detenido algunas veces, o correr con la velocidad de los ríos en otras.

En Mahatma Joe, un Hombre de Fe llega a un valle de Montana a salvar las almas de toda una comunidad de paganos, luego de haber hecho lo mismo en otras tierras durante sus años de juventud. Patético y mojigato, no por eso al predicador le falta la voluntad para llevar a cabo una visión revelada durante un momento de éctasis, ¿qué importa si es a expensas de su vida o la de su esposa? La situación no resulta de la manera en que los personajes, o incluso quienes leen, imaginan, pero la forma en que se desarrolla no permite en ningún momento cuestionar la veracidad de lo que ocurre. Lo mismo pasa en Prueba de campo, donde A.C, un granjero descomunal, se introduce en la cotidianidad de la familia Iron, y lo logra con la sutileza con la que lo fantástico se hace camino en un relato de Bioy Casares.

Volcano

Si en estas dos historias es complicado divorciar un sentir de lo maravilloso con lo mundano, es en El río donde se corta sin aviso la mayor parte de las insinuaciones poéticas. Más parecido a un relato de Carver, la atención pasa a un grupo de hombres y mujeres, pero en especial hombres, apresados por la ansiedad que precede la llegada de los cuarenta. Lo que hay aquí es depresión, soledad marital y litros de frustración, además del suicida de turno, todo lo cual hace caer el relato un poco en los sitios más comunes de la experiencia clase mediera, pero sacado a flote gracias al trasfondo de un paisaje más grande que la vida de sus personajes. Un entorno en el que, a pesar de la sequedad de lo que ocurre en sus vidas, aún hay rastros de una gran belleza cósmica que perdura a pesar de los dramas de cada uno. Como esa escena en que muere un salmón y «su alma sube volando a las estrellas y el cadáver reluciente permanece sobre el banco de arena».

Rick Bass escribe con bastante autoridad sobre montañas y ríos, mamíferos y aves. Es, a fin de cuentas, un geólogo y conservacionista que ha dedicado años a la protección del medio ambiente del Valle del Yaak, en Montana, dónde se trasladó a vivir junto con su esposa, la artista Elizabeth Hughes Bass. Y aunque sus dotes son, desde luego, suyos y de nadie más, hay que apuntar cómo gran parte de esta opinión se debe a la traducción de Esther Cruz Santaella, que logró eso que es tan complicado de lograr en una traducción: que no se sienta.

Volcano es una pequeña editorial dedicada al relato salvaje, a la liternatura, con un catálogo mínimo pero creciente que incluye ensayo y ficción. Es más que bueno tener gente dedicada a esta rama tan hermosa de la literatura, pero más bueno es saber que continúan poniendo nuevos títulos. Incluso es posible que ellos se encarguen de hacer más conocido el trabajo a Rick Bass en nuestro hemisferio lingüístico.

Antonio Tamez-Elizondo

J. Antonio Tamez-Elizondo (Monterrey, 1982) es arquitecto, Máster en Arquitectura Avanzada y Máster en Creación Literaria. Su libro de cuentos 'Historias naturales' ganó X Certamen Internacional de Literatura 'Sor Juana Inés de la Cruz', 2018.

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