Zeppelin. Salvador Luis
Editorial Casatomada (Lima -Perú-, 2009)
En el inicio de Zeppelin sobreviene una cita de Thomas Mann, allà se pregunta Hans Castorp por la naturaleza elemental de los genes, los bioplastos, los biosforos. Formas de vida, donde la unidad viviente es idéntica al conjunto de unidades de vida organizadas para una vida superior. En el capÃtulo siguiente -con tÃtulo Los números de Fibonacci– Salvador Luis plantea el devenir de su obra: “En la sucesión matemática del italiano Fibonacci el primer elemento de la serie es el número 0, el segundo es 1 y cada elemento siguiente es la suma de los dos anteriores. Asà se crea una secuencia infinita: 0, 1, 1, 2, 3, 5, 8, 13, 21, 34, 55, 89…â€. Con estas dos referencias la lectura de Zeppelin supondrá una conjunción de elementos, pequeñas unidades de vida, donde cada capÃtulo se suma al siguiente para organizar el significado total de la obra. A la manera de Fibonacci.
Salvador Luis (Lima, 1978) aprovisiona el dirigible de arte, monstruosidad, abyección y filmes donde Pasolini, Rohmer, Stan Brakhage o Lynch son algunos de los tripulantes que se encuentran en la búsqueda. Si en un principio Zeppelin parte de la vida y obra de Melisa Haff, referencia de la “técnica espacio–objeto–espectadorâ€, donde las creaciones se concatenan espacialmente, repitiéndose de forma tridimensional, y con la intención de interaccionar con el espectador hasta desembocar en la obra hiperbólica que supera las dimensiones de las galerÃas, Zeppelin va sumando una vez se avanza en sus capÃtulos (denominados “cuadros†por el autor, una forma más apropiada para servir al propósito principal).
Melissa Haff, la monstruosidad y los filmes in vitro. Estos tres podrÃan ser los cuadros principales. Aunque resumir en esta obra es perder algo de sustancia de un total que está vivo. Son cuadros que se subdividen en otras unidades. AsÃ, el monstruo de Rávena y el tratado Des monstres et prodiges (1575), el caso Kovaliov (donde el autor trae al biólogo danés Armand Marie Leroi y su lúcida aseveración de que toda la especie humana debe ser pensada como una especie mutante), la estigmatización del cuerpo deforme y la institucionalización del espectáculo de la fealdad, Julia Pastrana, el freak show y la abyección, formarán parte del cuadro de la monstruosidad que inaugura un texto de Salvador Elizondo donde se describe a “un albino deforme, dementeâ€.
Y es que Zeppelin avanza con la certeza de aquellos que inauguran los cuadros, Thomas Mann y sus unidades de vida en Fibonacci y Melissa Haff , Salvador Elizondo con su mutante albino al desarrollar la monstruosidad y, finalmente Akira Kurosawa en el último cuadro donde la verdad de la carne cruda en la lente de Brakhage, las diferencias de tesis entre Pier Paolo Pasolini y Éric Rohmer, las duplicaciones, la repetición de secuencias y las “caracterÃsticas de ciertas localidades a visionados con mayor contenido cruento o sexualâ€, circulan por sus páginas para cerrar el Zeppelin. Un conjunto de cuadros, de unidades de vida, organizados para un cuadro, para una vida superior. Un planteamiento que debe leerse como un todo, donde los diferentes elementos del Zeppelin están remachados por una narrativa tranquila y precisa, sometida a la narración, ausente de elementos artificiosos.
Iván Humanes BespÃn
hola malpas